Un viaje siempre merece la pena. Solo el hecho de viajar, de salir de casa, de conocer sitios nuevos es apasionante. Todo lo que conlleva me gusta. Fotográficamente hablando se abre un mundo nuevo de posibilidades.
A los que nos gusta la fotografía podemos llegar a ser muy pesados con el asunto de realizar fotos. Todo el día haciendo fotos, desde el desayuno hasta la cena, pasando por rutas, árboles, flores, gente, monumentos…; algunos pueden emplear más tiempo mirando a través del visor que disfrutando del entorno que ofrece su visita; y ya de paso, convirtiendo el viaje en una tortura para los que los acompañan.
El Tiempo Lo Cura Todo
Eso dicen. Aunque yo no comparto tal afirmación, sí creo que la experiencia acaba domesticando las ansias de fotografiarlo todo. Los nuevos entornos despiertan esas ansias de nuevo y reconozco que es difícil resistir la tentación de disparar a todo lo que se mueve.
Analizándolo despacio, fotografiarlo todo requiere mucho tiempo y poco o ningún método; es compulsivo y poco reflexivo; extenuante y poco eficaz; y, por supuesto, nada eficiente. Lo peor es que, además, ni siquiera nos garantiza un par de imágenes decentes entre los cientos, incluso miles, de las que nos podamos traer de vuelta.
El Problema
El problema comienza antes de partir, con la elección del equipo. Afortunados aquellos que únicamente disponen de un móvil, una compacta, una bridge o una réflex con una única lente; porque ellos lo tendrán claro.
Aquellos que tenemos material diverso, entre el que se cuentan varias lentes, cámaras, flashes, trípode, modificadores… lo tenemos más difícil a la hora de elegir. He visto muchos tutoriales de tipos que llenan sus mochilas con material diverso para viajes diversos. Pero cuando vas de turista y la justificación del viaje no es únicamente la fotografía –la mayoría de los míos- es necesario ser selectivo y ponderar.
Mis Decisiones Antes de Salir
Previo y dato. Cuando salgo de viaje, el material que me llevo siempre me acompaña; incluso cuando bajo a desayunar en el hotel. Por tanto, el peso importa y mucho. Lo único que dejo en el maletero del coche, o en el hotel, es el trípode cuando creo que no lo necesitaré, el cargador y, en ocasiones el flash o la linterna.
A modo de mantra repito algunas afirmaciones que refuerzan mis decisiones:
- Es posible cubrir la mayor parte de las situaciones sin necesidad de portear una ingente cantidad de material. Centra los puntos de interés del viaje.
- No es lo mismo la montaña, el campo o la ciudad. Obvio, pero tiene su importancia a la hora de elegir el equipo.
- No es lo mismo llevar una bosa bandolera que una mochila, sobre todo en caminatas largas, aunque sea por ciudad.
- No es lo mismo una escapada de fin de semana -o un puente de 3-4 días- que un viaje de una o varias semanas.
Desde luego un 70-200 mm f:2.8 ofrece una calidad genial, pero sus 1,5 kg más lo que pueda pesar la cámara, no es ideal para cargarlo durante largas distancias cuando el objetivo del viaje no es fotográfico; todo depende de las prioridades.
Lo que Nunca me Dejo en Casa
Suelo llevarme siempre dos objetivos. Y un flash.
Si viajo al campo, un objetivo macro o, en su defecto, unos tubos de extensión con un 50 mm, o un anillo inversor. Tampoco prescindo de, al menos, un flash. Ni del trípode. Como segundo objetivo un tele angular tipo 16-35 mm.
Si viajo a la montaña, un angular es dato, sí o sí. Un filtro, o dos, de densidad neutra y un trípode ligero.
También suelo llevar un tele largo tipo 70-300 mm. En principio no necesito que sea muy luminoso, pero sí que sea ligero. Un 70-200 mm 2.8 es una maravilla pero su peso te tortura todo el camino.
Si viajo a una ciudad, un tele angular en el rango 16-35 mm o similar y un 85 mm o un macro 105 mm. Y un flash.
Por supuesto, tarjetas en cantidad, cargadores y kit de limpieza, cosas varias que pueden quedar en el coche o en el hotel.
Y Si...
- Y si es una salida de un día: Pues a veces incluso me llevo dos cámaras una con un tele angular y la otra con un tele largo. Y un flash. Trípode. Filtros. Difusores.
- Y si la cuestión gastronómica va a ser importante: Que en mi caso suele serlo, el 105 macro es fundamental e irrenunciable.
El Truco Está en el Método
Mencionaba al principio del artículo que la novedad nos desborda. A veces nos encontramos en sitios en los que todo lo que nos rodea es digno de admiración. En esos casos, es necesario aplicar un método de trabajo que nos permita fotografiar y disfrutar de lo que vemos.
Cuando inicias una ruta de senderismo es fácil encontrarse con elementos paisajísticos que llamen nuestra atención en cada recodo del camino. Las posibilidades fotográficas son tantas y tan variadas, que resulta difícil abstraerse y continuar avanzando. Fotografiaría cada árbol, cada flor, cada animal que encontrase en el camino, cada paisaje, desde todos los ángulos… Pero el objetivo no es salir a hacer fotos, es documentar la ruta y recopilar lo que serán nuestros recuerdos: lo que vemos, quienes íbamos…; hay que resumir en unas pocas imágenes todo ello.
Si la ruta es en ciudad, pues más de lo mismo: fachadas, detalles, gente, paisaje urbano...
En ambos casos, suelo comenzar con un 16-35 mm como objetivo base. Un angular en definitiva.
Siempre comienzo por seleccionar el motivo principal realizando una fotografía de amplia perspectiva, un plano abierto que me otorgue una visión amplia del motivo en su entorno. A continuación, algún plano a media distancia, algo más cerca del motivo principal, tratando de centrar más la atención, y, por último, detalles del motivo principal. De esta forma obtengo fotos del entorno, del sujeto y de sus detalles; pero, sobre todo, nunca me olvido.
Si caminando por un bosque veo un árbol con raíces aéreas que me atrae, suelo retroceder sobre mis pasos para fotografiar el árbol en su entorno, el sendero.... Después me acerco, centrando más la atención en el sujeto principal para, finalmente, concentrarme en los detalles, en este caso las raíces.
Lo mismo ocurre en una plaza con una catedral. Primero busco un plano amplio, desde un esquina de la plaza, lo que previamente me obliga a recorrerla en busca de una buena perspectiva o de una dirección de la luz determinada. Luego busco planos medios en los que voy centrando el motivo e identificando los detalles para posteriormente fotografiarlos. Si puedo entrar en la catedral, pues lo mismo, plano abierto, medios y detalles.
Siempre el mismo procedimiento. Da igual el objetivo que utilice.
También están los retratos de rigor, tipo “yo estuve aquí” que se resuelven fantásticamente bien con un angular siempre que el sujeto –persona en este caso- no esté situado muy pegado al extremo del marco y que la distancia entre cámara y sujeto sea de un par de metros.
Prefiero un angular a un tele largo, ya que me resulta mucho más versátil, sobre todo en entornos urbanos; en interiores ya no tiene discusión. En la mayor parte de las ocasiones, la distancia al motivo se resuelve caminando, por lo que esta – la distancia- no suele ser un inconveniente. Claro que si queremos un primer plano de una gárgola, de una catedral, que está situada a 25 metros de altura, será difícil sin contar con un tele largo.
Si la ruta que sigo –paseando por una ciudad, bosque o montaña, es de ida y vuelta, suelo utilizar un objetivo a la ida y otro a la vuelta. Si es circular, pues lo ya comentado: como base un angular y, si es necesario, lo cambio.
Resumiendo
Un angular siempre me acompaña y un flash.
En mi opinión el flash es dato. Lo suelo llevar sin modificadores, a veces un snoot de tela, tan solo un par de geles, al menos CTO. Lo considero fundamental en muchas situaciones en las que sin él resultado no sería el mismo. Para añadir peso, utilizo la sincronización incorporada en la cámara y no llevo los sincronizadores.
Si voy a la montaña, a un sitio nuevo, además del angular, incluyo un tele largo; normalmente un 70-300 mm, no es luminoso, pero es ligero y con buena calidad hasta 200 mm.
Si voy a una ciudad, a veces me llevo un 50/85 mm o un 105 mm macro. Si el entorno es totalmente urbano el 50/85 mm si voy a pisar el medio rural, el 105 mm macro.
¿Por qué la disquisición entre el 85 mm y el 105 mm macro? Pues porque el macro me permite rellenar muchos tiempos muertos y periodos de descanso, fotografiando realidades diminutas o florecillas o bichos que encuentro por aquí y por allá.
En definitiva con un buen angular -16-35mm f:4 en mi caso- un 105 mm f:2.8 macro y un flash, resuelvo el 70% de mis salidas.