El arte de la abstracción del paisaje y la saturación de los colores ha sido la gran huella que ha marcado este gran fotógrafo italiano. El volumen en su composición nunca fue su aliado: comprimió el mundo y lo convirtió en su gran legado.
Tengo que advertir que este artista fue uno de mis guías en mis comienzos como fotógrafo. Así que es posible que llegue a decir cosas tan grandes de él que prefiero pedir disculpas de forma anticipada si es que notan algún tono exagerado. Por otro lado es probable que hoy en día veamos un poco obvias algunas de sus composiciones, pero es necesario remontarse a la década de los sesentas, cuando en ese entonces Fontana era un gran innovador: apostaba por un manejo de la composición y un uso del color que no era algo normal en aquellos momentos. Pero dadas las disculpas y los matices, hay que dejar claro que se trata de uno de los fotógrafos más influyentes del siglo pasado. ¿Quieres saber más sobre él?
Mundo saturado
En 1968 realiza en la ciudad de Módena su segunda exposición individual (la primera la hizo en Turín en 1965), donde deja claro el universo de su visión: colores saturados, el estudio de la forma y dos dimensiones. Es decir, no hay cabida para algo de volumen, ni para el desorden y mucho menos para colores poco precisos.
Es un momento en que la fotografía artística estaba dominada por el uso del blanco y negro, una tradición que era muy difícil de remontar. Sin embargo, Fontana se presenta de forma valiente en esta exposición con una serie de fotografías realizadas con película Ektachrome, un aliado que le permitió llegar a la saturación deseada y dejar claro que el color también requería su espacio dentro del ámbito del arte. Hay que decir que su línea artística iba de la mano con la vanguardia estadounidense que dominaba la escena fotográfica de aquel país norteamericano, donde diversos autores apostaban por el uso rabioso del color.
En el año en que inaugura aquella exposición cumplía sólo cinco años como fotógrafo. Había comenzado a los treinta años y no entró por una puerta sencilla. Su aprendizaje fue totalmente autodidacta, pero al parecer, tenía muy claro lo que buscaba: la limpieza del elemento principal, un orden del paisaje y su color.
Los pequeños clubes de fotografía habían sido su escuela pero aún así, le permitieron tomar la audacia para poder ser elegido en 1963 en la III Bienal Internacional de Color en Viena.
En 1976 presenta un trabajo mucho más maduro englobado en la exposición Skyline. El paisaje abstracto, ya fuera rural o urbano, goza de líneas puras y el manejo del color son una verdadera cátedra de cómo exponer con la cámara para lograr saturaciones de tal calibre. No hay filtros, no hay trucos en el revelado, sólo una elección perfecta de la toma y una medición de luz de maestro.
Los paisajes geométricos, las perspectivas que parecen viajar en mundos de dos dimensiones y una atmósfera de intenso color son para entonces ya una marca personal de Franco Fontana.
En los años setenta publica un tributo a su ciudad natal: “Modena una città”. En esta obra aparece otra de sus búsquedas conceptuales y que no era otra cosa que sacar a la vida todos aquellos detalles por los que transitamos día a día y que no son tomados en cuenta.
Fontana universal
La década de los setenta lo consagra ya como un fotógrafo de élite a nivel internacional. Aquella expresividad abstracta es sin duda la firma que le permite que su obra viaje por todos sitios.
Curioso, se negó a la perspectiva, siendo un italiano que tal vez lleve en los genes todo aquel mundo del Renacimiento. Pero Fontana no buscaba caminos cercanos a lo figurativo. Él estaba por lo abstracto, un camino que había estado ya recorriendo la corriente de artistas americanos conocida como “color-field painting”. Minimalismo, color y abstracción llevado a la fotografía. Para algunos, Fontana es el inventor del concepto fotográfico de la línea.
Con esta línea de trabajo ya madura, comienza a finales de la década de los setenta a trabajar el uso de la figura humana. No establece un contacto erótico, sino que se acerca desde una perspectiva casi Pop. Obviamente no olvida el color ni mucho menos aquellas composiciones plagadas de planos. La figura humana comienza a ser una presencia en su obra, pero no va más allá de ser un elemento que se sumaba a sus propias composiciones. Más adelante su trabajo se inclinó al desnudo femenino, al que abordaría como el resto de su trabajo, como una excusa para ser testigo del mundo.
Londres, Barcelona, París, Berlín… son sólo algunas de las ciudades donde se ha expuesto su obra. “Laggiú gli uomini” o “Terra de Leggere” son algunas de sus publicaciones. Y por supuesto “Sky-line”, que reúne los trabajos clásicos de su trayectoria: 400 exposiciones individuales y colectivas, 60 colecciones de museos de todo el mundo que poseen alguna de sus fotografías, 40 libros publicados y un vasto trabajo en el ámbito de la imagen publicitaria son parte de su enorme recorrido.
Franco Fontana sigue activo a sus 82 años. Al parecer la pasión vence al tiempo, aunque el corazón y el pensamiento son los otros dos motores que lo mantienen en activo, según dijo a National Geographic en una reciente entrevista. Su primera cámara, una Kodak Retina a la que sustituyó muy pronto por una Pentax, abrieron el camino de uno de los fotógrafos italianos más respetados a nivel mundial.
Humildad, maduración y entender que hay que “ser” antes que “convertirse” y sobre todo paciencia. Son palabras que definen al propio Fontana y algo que él mismo ha sugerido que tengan en cuenta a todas las personas que se acercan a la fotografía.
En contacto con su obra
La obra de Fontana está en todos lados. Los principales museos del mundo suelen tener obra de él y se realizan exposiciones sobre su obra continuamente. Es cuestión de estar atentos a las agendas culturales. En Facebook y Pinterest puedes tener un contacto virtual constante y si quieres escucharlo hablar, nada mejor que un vídeo sobre su obra colgado en Youtube.