El dúo es bastante común. Es más, hoy en día ha llegado casi ser un matrimonio inseparable. Pensar en preparar un viaje donde no vaya una cámara a cuestas, es igual de extraño que no llevar un cepillo de dientes.
Llevo muchos años viajando y haciendo fotos. O al revés, haciendo fotos y viajando. Muchas veces no se quién lleva a quién: si la cámara planea la ruta de viaje o si los mapas convencen al ojo de lo que tendrá que fotografiar. Pero al final me he llenado de ciertas pautas, algunas por la propia experiencia y otras por consejos de amigos que viven bajo las mismas circunstancias, y he logrado que sea como sea mi guión de viaje.
Si quieres conocer algunas de esas “instrucciones”, las que me acompañan continuamente, no dejes de leer este artículo.
1. Tiempo para ella
Antes o después de preparar la ropa y documentos de viaje, dedico un gran momento para dejar a punto todo el equipo fotográfico que llevaré conmigo. Cada vez cargo menos equipo, asunto que la espalda agradece y la habilidad para trabajar confirma. Cargar mucho no es sinónimo de buenas fotos, pienso. Aprender a ser ligero muchas veces acerca más al momento idóneo de la toma.
Pero hay un equipo mínimo que no puede quedarse en casa: cámara y un mínimo de dos ópticas. La primera va por gustos; yo llevo trabajando con mirrorless desde hace casi tres años y mi felicidad crece día a día. Fuji ha quitado el espacio de mi maleta a otras marcas y lo ha ocupado de ligereza y calidad (¡parece publicidad!). En cuanto óptica llevo un zoom y uno fijo. La elección de cuales llevar depende de la forma de mirar de cada uno. Pero lo que me ha ayudado, sea la marca que sea y cantidad de objetivos que lleve, es a evitar llamar la atención con todo ello. Algunos colegas tapan la marca, otros mantienen el equipo en condiciones lejanas a un buen mantenimiento externo. En mi caso llevo una maleta que podría contener cualquier cosa excepto un equipo fotográfico. Eso si, por dentro la tengo condicionada como cualquier maleta profesional de alto coste.
Pilas, cables, cargadores… todo eso debe ir, no hay escapatoria. Hacer una lista de cada pequeño artefacto de estos puede ayudar a evitar sustos en pleno viaje. Y un consejo que recibí hace poco y que me ha parecido practico, siempre y cuando se crea aún en la nobleza de la humanidad, es la de fotografiar tus datos de contacto y llevarlos como la primera foto en cada una de tus tarjetas de memoria. Si perdieras la cámara (o el teléfono o la Tablet) y alguien la encuentra… tal vez recibas una llamada telefónica que te alegre el alma.
2. Comparte alegría
Muchas veces fotografiamos personas durante los viajes. Ellos nos regalan un momento de su día y permiten que nos “aprovechemos” de ellos. Para un fotógrafo es un tesoro. ¿Pero que damos a cambio? Un buen gracias puede ser más que suficiente, es cierto, pero a veces tener un detalle extra con ellos no estaría mal practicarlo. Nunca falta la promesa de enviar las fotos que les hicimos más adelante, vía correo electrónico, pero, ¿cuántas veces has cumplido la promesa?.
Para ello hay dos soluciones. La primera de ellas es tener honor y cumplir con tu palabra de enviarla por correo, da igual si es de forma digital o imprimiéndola en papel para hacerla llegar por correo tradicional. La segunda opción es algo más vanguardista: llevar una pequeña impresora portátil y entregar la foto in situ. Ya se, es una idea que puede ser cara, pero no se trata de repartir impresiones durante toda la jornada, sino en aquellos momentos que fueron especiales y que ayudaron a tener un material gráfico muy gratificante. Los smartphones son otra alternativa para enviar la foto a tu modelo en ese mismo momento. Ya sea repitiendo la foto o enviando los archivos a través del teléfono.
3. Blindaje
Llevar una memoria de muchos gigabytes donde entren todas las fotos de un viaje no es una de las mejores ideas. Un día aquella tarjeta puede renunciar a su trabajo y llevarse con ella cada una de las fotos que has realizado. También se llevaría tu sonrisa.
Yo comencé la fotografía aún con película. Cuando en cada carrete iban no más de 36 fotos. Así que continuo más o menos con la idea de llevar pocas fotos en cada tarjeta, unas 100-150 en cada una. Si alguna me abandona, no se lleva todo el día con ella. Es cierto, el costo de comprar tarjetas aumenta, pero los daños al corazón suelen ser mayores.
Por otro lado, se necesita tener un respaldo de aquellas memorias. En mi experiencia siempre lo tengo todo duplicado: dos discos duros portátiles donde guardo todo el trabajo. Tengo colegas que incluso cuando viene el momento de regresar a casa, uno de aquellos discos duros lo envían por paquetería a su domicilio y el otro lo llevan consigo. Así minimizan riesgos de perder todo al mismo tiempo. Y hoy en día está la opción de utilizar la nube subiendo a ella un respaldo de todos los archivos. Aunque para ello es necesario que te encuentres con una conexión a Internet que tenga una velocidad aceptable.
4. El primero y el último
La luz es la aliada, muchas veces, de una excelente imagen. Así que, tal vez un viaje en el que la foto sea parte importante del guión de tu travesía justifique que dejes la cama pronto. Y que vuelvas a ella tarde.
Los amaneceres y atardeceres suelen dar mucho volumen a la toma. Los colores se saturan y la atmósfera esta más limpia. En el trópico estos momentos duran poco, así que conviene aprovecharlos al máximo. Más al norte y al sur, el sol puede generar estos ambientes durante unas horas extras, pero esto no quiere decir que te dejes acompañar por tu almohada durante más tiempo.
Por otro lado, los lugares tienen una magia extra en estos horarios. Hay menos turismo y podrás captar la vida del día a día, ya que la gente que estará en esos sitios habitualmente estarán inmersos en su rutina. Esto ayuda a captar la esencia del lugar que suele desaparecer en cuanto los autobuses con toneladas de turistas arriben. Lo mismo sucede cuando todos comienzan a irse, asunto que coincide con las últimas horas del día. El terreno queda dispuesto para los fotógrafos. La mesa está servida: luz y campo abierto.
5. Paciencia
Si encuentras un encuadre, cuídalo. Mímalo. Muchas veces hay una toma donde el paisaje natural o arquitectónico crean un escenario especial. Puede hacerse una foto rápida de esa propuesta de la casualidad, pero también puedes dotarte de paciencia y esperar a que algo suceda. Tal vez aparezca un ave cruzando aquel ángulo seleccionado o un vehículo o una persona… en fin, se trata de aplicar aquella idea del instante decisivo para redondear una composición que desde un principio se veía con mucho potencial.
Otro momento de serenidad tiene que ver con el acercamiento al entorno. No se trata de llegar a él y comenzar a disparar. Respíralo, intúyelo, disfrútalo y luego ya comienza a captarlo en pixeles o en película. La gente que aparezca en ellas te lo agradecerá, ya lo notarás en su comportamiento. Y si es un sitio donde no hay nadie, lo percibirás contigo mismo. Estarás más en paz fotografiando una vez que te presentaste a ti mismo con en el entorno.
6. Inventa
Últimamente me estoy llevando algunas tareas a mis viajes. Investigo técnicas que no he utilizado nunca o que había dejado olvidadas y busco el momento durante mis jornadas de trabajo para llevarlas a cabo.
De esta forma, exploro nuevos encuadres o luces distintas o momentos diferentes. Además, llevo algún aditamento extra de equipo (¡sin excederme!) como una forma de mantener vivo al “cronopio” de la lente con el que cada uno de nosotros está dotado.
Tal vez en algún momento, practico tomas panorámicas con la técnica HDR o llevo a cabo fotografías con filtros de densidad neutra que ayuden a disparar a velocidades lentas a plena luz del día, o bien, cargo conmigo mi viejo lente Tilt-Shift para jugar con la perspectiva a mi antojo o porto mis apuntes de consejos leídos en algún libro o en blogs como ¡DZoom!.
También practico distintas formas de viajar. En un mapa de una ciudad trazo algún símbolo sobre él y luego camino por las calles intentando seguir aquella ruta, o bien, designo señales que me dirijan el camino: alguna vez caminé por la ciudad de Hamburgo durante todo un día siguiendo la trayectoria de toda bicicleta que se atravesara frente a mi. Si ella iba a la izquierda, haría lo mismo; si aparecía otra que iba de frente, tras ella, o si alguna otra paraba frente a mi, a esperar a que avanzara o que un nuevo ciclista me diera una instrucción distinta. Esto me llevó a sitios de la ciudad y a ritmos de caminar que enriquecieron mucho la experiencia de fotografiarla.
Fue una manera ideal para refrescar una forma de acercarme a una urbe. Y tan bueno fue el resultado que este trabajo se publicó en una revista especializada en viajes. Las fotos respiraban mucha originalidad, además de ser un consejo original para viajeros, más allá de si llevaban cámara o no.
7. Comparte
No sólo distribuyas tus fotos en tu web o en las redes sociales. Mostrar el “tras bambalinas” de tu viaje puede ser muy enriquecedor para el gremio. Comparte la información de cómo lograste alguna foto en especial, la manera en que cuidas tus archivos, informa sobre lugares para hacer fotos interesantes de algún tema en concreto… En fin, todos somos la “cita de citas”. Es decir, cada tema nuevo no es otra cosa que el conjunto de otros creados anteriormente. Así que, ¿cuáles quieres compartir aquí?.
Nota: Las fotos que acompañan este artículo fueron realizadas por distintas personas. No deseaba que todo tuviera solo mi mirada. Se trató de un ejercicio para compartir diversas maneras de acercarse a la fotografía y al entorno.