Todo está inventado y sin embargo inventamos cosas nuevas cada día. Hacer fotos se convierte en algo más cuando las imágenes que tomamos son únicas y sabemos que nadie ha hecho jamás algo igual. Creamos y probamos cosas nuevas, que hemos visto o que hemos soñado, y que ahora queremos plasmar en la realidad delante de la cámara.
Y de eso va este artículo, de proyectar unas formas, una idea o una imagen onírica y fusionarla con la realidad, creando fotos imposibles por sí solas. Es algo tan sencillo y con tantas posibilidades creativas que estoy seguro de que os animará a dar rienda suelta a vuestra imaginación para probarlo. Tan sólo necesitaremos conectar nuestro ordenador a un proyector y volcar las imágenes en nuestra escena. ¿Me seguís?
Posibilidades ilimitadas
Y es que nuestra imaginación es la única limitación aquí. Teniendo un buscador de imágenes por internet o un programa de dibujo o diseño gráfico, podemos elegir a nuestro antojo qué proyectaremos delante de nuestra cámara. Y a partir de ahí podremos combinarlo con un objeto, con un modelo, con otra imagen o con lo que queramos.
“¿Cómo?. ¿Es algo así como hacer una doble exposición sobre el sensor?. ¿O sería lo mismo que superponer las imágenes con Photoshop?." Para nada. El resultado proyectando las imágenes sobre nuestra escena será muy diferente pues éstas se imprimirán sobre el volumen de los objetos, de manera que quedarán de manera natural sobre su superficie, sus curvas, sus imperfecciones… Así, en un rostro, un cuerpo o una silla, los colores parecerán que están pintados justo encima.
Sin grandes desembolsos
Por supuesto, un proyector no es parte habitual de nuestro equipo fotográfico. Pero no debería ser raro tener uno a mano para las presentaciones en el trabajo, algún familiar que lo use para enseñar las vacaciones o un amigo que tenga uno para cine en casa. Y si no es el caso, dado el gran descenso del precio de estos equipos en los últimos años, es posible comprar un proyector básico con resolución 640x480 y 800 lumens por menos de 60€. Son especificaciones muy básicas, pero para nuestro propósito son más que suficientes y además nos puede servir para muchos otros propósitos en el futuro.
El resto de los componentes que necesitamos son nuestro PC o portátil con una salida de vídeo a la que conectar el proyector y una superficie sobre la que proyectar. No tiene que ser necesariamente una pantalla de cine, valdría una pared o el fondo de fotografía que usemos normalmente. Al fin y al cabo, lo que vamos a hacer es simplemente usar un foco de luz como ya sabemos hacer, sólo que será un foco diferente al que usamos normalmente.
Preparar la imagen y el escenario
Empezaremos con visualizar nuestra idea y pensar cómo hacerla realidad. Para ello habrá que calcular el espacio que disponemos para hacer la foto y el tiro que tiene nuestro proyector. El tiro es la distancia a la que hay que situarlo para dar una proyección del tamaño que necesitamos, pues el cono de luz crece a medida que lo alejamos, y el ángulo de este cono es limitado por el modelo del dispositivo. Y a continuación tendremos que hacernos las preguntas que nos lleven a nuestro objetivo: ¿Qué clase de imagen necesitamos para proyectar?. ¿Ya la tenemos o habrá que crearla?. ¿Usaremos a un modelo o montaremos una escena con objetos?.
Las dos primeras preguntas determinarán si necesitamos hacer una foto previa antes de tomar la foto en cuestión o tal vez crearla con un programa de edición. Por ejemplo, en la imagen de cabecera no se ha usado una foto en sí, sino una imagen con simplemente barras negras y blancas horizontales, con la intención de que el negro actúe para ocultar en vez de pintar. Lo que nos lleva a otra cuestión: ¿Necesitaremos fondo blanco para que las imágenes aparezcan en el fondo, o fondo negro para que no aparezca nada en el fondo, sólo sobre el modelo?. Estas dos opciones no darán fotos completamente diferentes.
Sube el ISO y ayúdate de trípode
Un punto determinante del uso de un proyector es que no podremos estar en una sala iluminada ni por supuesto al aire libre a plena luz del día, pues toda luz adicional eclipsará la del proyector. Aquí dependerá bastante de la potencia lumínica del proyector, pues uno pequeño puede dar 800 lumens mientras que uno grande puede dar hasta cinco veces más, unos 4000 lumens. Cuanto más potente, más luz nos dará sobre la escena y mejor iluminará, lo que nos permitirá usar un ISO más bajo.
Lo que es casi inevitable es que tengamos que subir del ISO nominal de nuestra cámara, pues incluso con el proyector más potente, estamos hablando de potencias lumínicas muy lejos de la de un flash. No sería raro tener que usar ISO 3200 para conseguir una buena exposición, asumiendo que el diafragma no lo dejemos a máxima apertura para no vernos limitados en profundidad de campo y el obturador a una velocidad moderada.
Y sobre este último punto es recomendable que, ya que no andamos sobrados de luz, usemos un trípode para poder hacer fotos estables lo más lentas posible, de manera que no tengamos que recurrir a la máxima sensibilidad del sensor de nuestra cámara. Sin embargo, es probable que, como yo, encontréis que a menudo es difícil conciliar el espacio para apostar el trípode con la cámara sin que entorpezca la proyección, pues el proyector habrá que ponerlo a bastante distancia. Por ello, puede que tengamos que usar longitudes focales largas para situarnos a la altura del proyecto.
¿Qué os parece? ¿Os atrevéis a crear fotos con una nueva fuente luz? Si os lanzáis, no olvidéis dejarnos vuestra experiencia y resultados, estoy seguro de que no habrá dos iguales.