Un ejemplo de lo que no hago: marcas de agua que molesten en exceso.
Recientemente he sido objeto de lo que un conocido denominó como un expolio fotográfico: alguien se apoderó de gran cantidad de fotos de una de mis galerías –de esas que tengo por las redes sociales, Twitter en este caso- para usarlas en su cuenta, sin hacer referencia al autor de la foto en modo alguno y, por supuesto y más lamentable, sin pedir permiso.
No solo habían utilizado mi galería, las de muchos otros fotógrafos también fueron objeto del saqueo – y continúan siéndolo mientras escribo estas líneas.
Unos y otros, a medida que nos enteramos, comenzamos a enviar mensajes a la cuenta en cuestión. Mensajes que parecían no llegar –o simplemente ignoraba- a tenor del caso omiso que hacía quién sea que la administre.
Así varios denunciamos ante Twitter la práctica pirata de la cuenta, con la esperanza de que la cerrasen; si bien, los más optimistas pensaban en compensaciones económicas.
La legislación
Como hay lectores de varios países, es complicado establecer un criterio único, aunque parece que universalmente se reconoce al autor como el titular indiscutible de la propiedad intelectual y, en consecuencia, de los derechos dimanantes.
Pocos leen los condicionados, que obligatoriamente se deben marcar como leídos, cuando abren una cuenta en una red social. La marca de leído es la aceptación explicita de unas condiciones –un contrato entre las partes- que en muchos casos conculca algunos derechos inalienables recogidos en las leyes de los países. Claro que –al no ser jurista- desconozco cuan válido puede ser un contrato que es contrario a la Ley establecida y, en algún párrafo, claramente abusivo.
Pero no quiero hablar de la Ley, ni de su interpretación, ya que el debate jurídico puede ser largo, complejo, incluso tedioso, y ejercido por expertos.
Qué podemos hacer
La cuestión es cómo podemos protegernos de estas prácticas.
Una obvia, no publicar, o mejor, no darse de alta en estas redes sociales. Pero esto sería tanto como no salir de casa por miedo a los ladrones. A mí no me parece que sea una alternativa ni razonable, ni válida.
Primero: hay que investigar de quién se trata y el uso que hace de las fotos; el fin que persigue; si hay lucro; y, en general, conseguir cuanta información sea posible.
Segundo: advertir al infractor, o quién corresponda, solicitando lo que consideremos oportuno: bien una compensación económica, bien el cese del uso, que nos mencionen… lo que sea.
Tercero: denunciar. Si realmente consideramos que se están violando nuestros derechos y hacen caso omiso a nuestras demandas.
Cuarto: patalear. Muy fuerte si quieres. Hablando con personas afectadas por estas prácticas, pocas veces tienen una solución aceptable; ya no digo buena.
No compartir no es una opción
Volviendo sobre lo ya expuesto, hay que tener claro que no pzodemos poner puertas al campo. Siempre ha habido, hay y habrá, raleas de toda condición.
Luchar contra eso es imposible mientras no aparezca una vacuna.
Por tanto, no debemos, ni siquiera, plantearnos la posibilidad de dejar de compartir nuestras fotos, como decía, si ya lo estamos haciendo. Hemos decidido mostrar lo que hacemos y debemos continuar haciéndolo.
Este es el planteamiento de los que apoyan la sentencia -si no quieres que te la roben, no la compartas. Pero hay que explicarles que yo tengo mis derechos y que el robo o la utilización indebida, es un delito. Aun así, hay que protegerse de alguna manera.
Marcas de agua
No siendo profesional, no comparto la manía de mucha gente de inundar las fotos con marcas de agua o de situarla en sitios en los que, ciertamente, molesta.
No siempre firmo las fotos, pero cuando lo hago, procuro que sea una firma discreta y que, en ningún caso, perjudique la visualización de la imagen. Al fin y al cabo, quiero que los demás las disfruten sin injerencias, al menos es lo que espero.
Una marca de agua en el medio garantiza que no van a utilizar la foto, pero también es una forma de invalidarla para la visualización y disfrute de los demás. Es el tipo de marca que, por ejemplo, utilizan las empresas se stock. Al igual que las agencias, el día que pretenda que me las compren, seguramente, también lo haré.
Una marca de agua que no moleste en el pie de página tiene como contrapartida la facilidad que supone su eliminación mediante un recorte, que no siempre afecta a la foto.
Los datos EXIF de las fotos que publico ya incluyen mi firma y el uso que permito, pero no es necesario ser un hacker avanzado para modificar estos datos, incluso eliminarlos.
Compartir imágenes de poca calidad
Todavía peor que en el caso anterior. A diario se comparten muchas fotos, ¿por qué perder el tiempo con las de poca calidad?.
Contradiciendo la creencia popular de que un móvil lo aguanta todo, tenemos el ejemplo de los fotógrafos desplazados a las Olimpiadas de Río. ¿Nadie ha visto a estos fotógrafos cargando con equipos con enormes teleobjetivos? ¿Es que ninguno tiene un móvil de ultimísima generación para hacer las fotos de los deportistas?
Y aunque es cierto que las cámaras de los móviles han mejorado mucho, también lo es que el consumo de imágenes se realiza, principalmente, desde el móvil; lo que impide apreciar las carencias de estos cuando quieres apreciar una imagen que te ha llamado la atención y recurres –al menos yo- a una pantalla de calidad.
Publicidad gratis
Pero no todo es malo. A excepción del caso que menciono, a mí siempre me han pedido permiso para utilizar mis fotos, siempre. Permiso que siempre he concedido.
Que alguien comparta mis publicaciones me agrada y es la forma de llegar a más gente. Poco a poco, si valoran tu trabajo, tu red se irá ampliando. Es una forma de publicidad gratis, que puedes aprovechar en tu beneficio.
Claro que hay que tener bien definidos los objetivos que persigues. Si tu intención es vender las fotos que realizas, quizá ceder su uso gratuitamente no sea una buena política; o sí, seleccionando las ocasiones en las que lo concedes.
Publicar en tu página
Usar tu página como único repositorio de tus publicaciones y compartir las fotos como un enlace externo a tu página. De esta forma te aseguras de eliminar interpretaciones interesadas de la Ley; si alguien va a tu página a por una foto y la utiliza, claramente estará violando tus derechos. Si lo hacen desde el extranjero la persecución del delito será más compleja.
En resumen
La mayor parte de la gente que realiza estos usos indebidos no es consciente de ello; al menos eso quiero creer. No saben que las fotos están protegidas por derechos de autor y, si lo saben, no ven mala praxis en su modo de compartirlas. Sus publicaciones son inocuas, no buscan lucro, tan solo agradar a sus amigos, familiares, seguidores… Basta una advertencia –educada- para reencaminar su comportamiento y resolver el asunto.
Otra cosa son aquellos que claramente se aprovechan de nuestras fotos para su lucro personal. A estos, leña.
Aunque en muchas fotos aparece la firma del autor, no cuesta nada mencionarlo. Pedir permiso es lo que me enseñaron mis padres cuando quiero usar algo que no es mío y no supone un esfuerzo extraordinario. Ante la negativa a usarlas, siempre se puede recurrir a otras fuentes –será por fotos en la web.
Y, por último, al igual que la comida que se muestra en las fotos tiene que resultar apetecible, también lo tienen que ser nuestras fotos.
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