Seguro que te suena la situación. Sales con tu cámara, a dar una vuelta por la calle o de escapada, y piensas: “¿me llevo el trípode? Bah, es mucho trasto, no me merece la pena para las fotos que voy a hacer”. Pero después… Después sí que lo echas en falta. Bien porque se haya ido la luz y te veas obligado a disparar exposiciones más lentas de lo que te gustaría o porque el ojo te pida sacar una foto por debajo de las décimas de segundo para conseguir objetos en movimiento. Y entonces, ¿qué haces?.
La respuesta es tirar de un poco de ingenio, esa arma tan valiosa del fotógrafo. Sin llegar a la gran estabilidad que nos brinda un auténtico trípode, podemos conseguir unos puntos extras de estabilidad con un poco de maña y muy poco o nada de dinero. Y lo mejor de todo es que los puedes llevar o hacer en cualquier parte y en cualquier momento. Suena bien, ¿verdad? ¡Pues sigue leyendo!
Lo primero de todo: la respiración
Y esto es algo fundamental. Siempre que estemos disparando con la cámara en las manos y a una velocidad comprometedora, controlar nuestra respiración puede mejorar el resultado notablemente. Y es que a menudo usamos la metáfora “disparar con la cámara”, ¿cierto? Pues bien, sólo tenemos que seguir los mismos consejos que siguen los tiradores profesionales, pues son comunes al tiro con arco, con arma de fuego o con teleobjetivo.
Haremos inspiraciones profundas y espiraciones lentas, al menos 3 antes de hacer nuestra foto. Esto relajará nuestro cuerpo. Entonces haremos una inspiración más, nos pondremos la cámara en el ojo, y espiraremos muy lentamente. Nos tomamos esos segundos para encuadrar, y justo en los últimos dos segundos de la espiración, cuando tenemos los pulmones casi vacíos y nuestros músculos están haciendo menos tensión, apretaremos el obturador suavemente, con cuidado de que no mueva la cámara hacia abajo. Acostumbrarnos a hacer la foto con este procedimiento puede conseguirnos fotos estables a velocidades que hasta ahora considerábamos imposibles de hacer a pulso.
1.Trípode con los codos
Lo más básico que podemos hacer cuando necesitamos un extra de estabilidad y no tenemos un trípode a mano es buscar la manera de fijar tres puntos de apoyo para nuestra cámara valiéndonos de nuestro entorno. Para ello, lo más intuitivo es usar nuestros propios brazos para fijar dos apoyos y el tercero lo haremos poniendo el cuerpo recto y apoyando el visor en nuestro ojo. De este modo, aunque lejos de la estabilidad de un trípode de verdad, podemos conseguir evitar en gran medida el movimiento inevitable de una cámara sostenida a pulso.
Como muestro en la foto de ejemplo, esto lo podemos conseguir bien buscando una pared, donde podemos apoyarnos lateralmente dejando caer el peso del cuerpo y apoyando los brazos, o bien en una superficie que no es del todo horizontal pero nosotros podemos compensar con nuestros brazos.
2.Monopié con tu propio cuerpo
Atento a esta técnica porque es algo que no suelen enseñar en ninguna parte, pero es realmente útil por rápida, versátil y eficaz. Aunque no es tan estable como un trípode, permite un comportamiento similar a llevar un monopié. De hecho, se trata de configurar un monopié con nuestro propio cuerpo, en un segundo y sin la ayuda de nada más.
Para ello, nos arrodillamos con la pierna derecha apoyada en el suelo y la izquierda alzada. Por experiencia, recomiendo no orientar ambas hacia la dirección hacia donde mira el cuerpo, pues es una postura menos estable. Es mejor que las piernas formen una posición en cruz y con el pecho mirando en un ángulo intermedio entre ambas rodillas, dirigiendo el hombro izquierdo en la dirección de la fotografía.
Entonces, apoyamos firmemente el codo izquierdo sobre la rodilla izquierda, formando una única estructura vertical. En ella apoyaremos el cuerpo de la cámara, sobre nuestra palma izquierda que habrá de estar relajada y alineada con la vertical, de manera que su movimiento vertical quede completamente restringido. El movimiento rotatorio restante lo bloquearemos al apoyar la cámara contra nuestro ojo. Ésta es la postura más estable posible cuando contamos con sólo nuestro cuerpo y muy poco tiempo para preparar el disparo. Algo, desgraciadamente, muy usual.
3.La cuerda pisada
Esta opción busca un efecto contrario al anterior: restringir el movimiento vertical, pero en vez de hacia abajo, hacia arriba. Para ello sólo necesitamos una pequeña cuerda, no necesita ser muy gruesa o resistente, que esté atada al cuerpo de nuestra cámara. Ha de tener la longitud justa para llegar desde la altura de nuestros ojos al suelo, y ayuda mucho que en el extremo del suelo tenga una pequeña pieza sólida y pesada.
En el cuerpo puede estar atada en los enganches laterales para la correa, en la zapata de trípode o, como algunos prefieren, atada a la misma correa de hombro de la cámara como una extensión de ésta. Personalmente prefiero en la zapata, pues está justo en el centro de gravedad de la cámara.
Así, cuando necesitemos hacer esta técnica para logar más estabilidad, ataremos un extremo de la cuerda al cuerpo y el otro, con la pesa, lo dejaremos caer al suelo y lo pisaremos firmemente. Entonces tensamos la cuerda, que mientras mantengamos con una suave pero constante tensión hacia arriba, limitará el movimiento de la cámara. Cuando la apoyemos contra nuestro ojo, estará restringida en todos sus movimientos.
4.La bolsa de legumbres
Un clásico en la mochila del fotógrafo manitas, la bolsa llena de legumbres sirve para ofrecer una superficie de apoyo moldeable donde dejar la cámara apuntando hacia donde queremos. Por supuesto, al dejarla reposar sobre una superficie y no tenerla entre las manos, los tiempos de exposición que se pueden obtener así son muy superiores, de varios segundos. Pero requiere de una superficie inicial sobre la que apoyar la bolsa, cierto tiempo para amoldar la bolsa a nuestro propósito y un encuadre que normalmente hay que hacer en Live View.
Sobre utilidades y consejos para fabricarla tenemos un artículo dedicado así que me limitaré a mencionar que, por supuesto, la bolsa se puede rellenar con lo que queramos. Pueden ser cualquier tipo de legumbres, piedras pequeñas, tierra… Las lentejas, por ejemplo, presentan una buena relación entre peso, precio y moldeabilidad. El arroz hay quien no lo recomienda pues acaba soltando almidón.
Y tú, ¿nos dejas tu quinto truco para fabricar un trípode improvisado cuando más lo necesitas?
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