Cuando estaba empezando a dar mis primeros pasos en fotografía, en una de las primeras charlas a la que asistí el ponente preguntó: ¿Qué es lo más importante para una fotografía? Se me vinieron muchas respuestas a la cabeza, “composición” o “creatividad” las primeras. Pero no me esperaba la respuesta que dio.
La luz. Sin ella no hay foto en ninguna de sus formas, su potencia determina los parámetros que necesitamos y la calidad de la iluminación puede convertir una foto normalucha en una gran foto y viceversa. Y cada día que pasa me convenzo más de ello. La maestría en el manejo de la luz hace a un fotógrafo grande y siempre hay algo nuevo que aprender. Por ello los fotógrafos debemos tratar de usar infinitos recursos para hacer de ella lo que queremos y conseguir que dibuje en el sensor la imagen que tenemos en la cabeza.
Imaginación al Poder
Pero como nuestro presupuesto no es tan infinito, a menudo debemos tirar de inventiva para modificar la luz a nuestro antojo. Bien aprovechando el entorno o, como os quiero contar en este post, aprovechando objetos cotidianos que pueden sernos muy útiles para simular el efecto de “herramientas profesionales” y darnos la luz que queremos.
Los 3 modificadores de los que os voy a hablar están pensados para llevar a todos lados acompañando a un flash de mano o strobist, de manera que saquemos el máximo partido a nuestro flash. Pero desde luego la misma idea se puede aplicar con otros flashes o con otros métodos, simplemente tenemos que saber verlos. Siempre que tengamos una superficie sobre la que rebotar luz u objetos translúcidos con los que difuminarla, podremos usarlos para multiplicar nuestras opciones de iluminación.
Difusor Casero 1. Un Snoot con lo que Sobra de las Patatas
Dio la casualidad que el mismo día que pensé que tenía que comprarme un snoot para algunos retratos, me acabé un bote de patatas Pringles. Y se me vino la idea al instante de vaciarlo. Lejos de querer hacerle publicidad a la marca, me pareció un tubo perfecto para el uso: tiene justo el diámetro para que entre en un strobist de tamaño medio y el interior es reflectante. Eso nos abre unas opciones muy interesantes, la primera la de utilizarlo para focalizar la luz en la dirección de su eje.
Así, si limpiamos el interior y con cuidado retiramos la tapa inferior del paquete, nos queda un tubo opaco que encaja justo en nuestro flash. Al estar hecho de cartón, pesa muy poco y podemos apuntar hacia delante con él sin que desequilibre el flash de su base. Además, podemos variar el tamaño del haz de luz si añadimos a la ecuación una cartulina negra: si la enrollamos por dentro, nos desharemos de la parte reflectante que suaviza los bordes de nuestro haz de luz, consiguiendo una proyección muy acotada. Y si aún no es lo suficientemente pequeña, con un trozo de cinta adhesiva podemos hacer aún más pequeña la ranura. El bote de patatas se encargará de permanecer encajado en el cabezal de nuestro flash.
Aquí los distintos montajes con sus efectos:
Difusor Casero 2. Uno de 180º
Siguiendo las manualidades con el paquete de patatas, podemos aprovechar su forma circular e interior con acabado plateado para hacer que refleje la luz hacia delante pero muy difuminada, abarcando casi los 180º.
Para ello abriremos una ventana rectangular a lo largo del cilindro, de manera que abarque un poco más de la mitad de su longitud. Mantendremos una zona de al menos el tamaño del cabeza de nuestro flash para que se sujete bien y distribuya la luz homogéneamente.
El resultado es una luz mucho más suave que la dada sólo por el cabezal del strobist, pero también con menos intensidad debido a que la superficie interior del paquete de patatas no es perfectamente reflectante. Si queremos mejorar esto, podemos forrar el interior con papel de plata para no perder tanta potencia lumínica al rebotar.
Difusor Casero 3. Omnidireccional Siempre en el Bolsillo
El difusor que completa la lista y que siempre podremos (y deberíamos) llevar con nosotros, especialmente para fotografía social en interiores. Este montaje simula el típico caperuzón blanco translúcido que se acopla encima del cabezal de nuestro flash, y que es cierto que cuesta pocos euros en cualquier tienda de fotografía. ¿Pero y si lo rebajamos a unos céntimos, y encima pudiendo llevarlo en cualquier bolsillo sin que nos demos cuenta? Suena bien, ¿verdad?
Basta cualquier plástico traslúcido que tengamos en casa. A mí me ha servido siempre muy bien el plástico acolchado con el que vienen envueltas muchas compras hechas por internet. También vale el plástico de burbujas. Incluso he visto hacerlo con el papel vegetal usado en cocina. El caso es que sea traslúcido y semirígido, de manera que podamos acoplarlo dejando un poco de volumen sobre nuestro flash. Para sujetarlo nos bastará una gomilla elástica, otro elemento indispensable del fotógrafo manitas que nos salva de muchas situaciones (yo llevo siempre varias en la mochila).
Así, si dejamos un poco de volumen bajo el plástico, al disparar nuestro cañón de luz, ésta rebotará en todas direcciones haciendo que la iluminación en interiores sea mucho más suave y homogénea. Podéis ver cómo queda y lo fácil que es hacerlo en unos segundos.
Por supuesto, todo lo aquí dicho son manualidades personales que cualquiera puede adaptar a su gusto o rechazar. Me encantaría escuchar los inventos que habéis ideado vosotros alguna vez para salvaros de una situación en la que no teníais los medios profesionales necesarios. Y digo profesionales por darle un nombre a los recursos técnicos que tenemos hoy día, pero que hace varias décadas los maestros de la fotografía no tenían y para los que, lo que hoy día llamamos “apaños”, para ellos era ingenio parte del proceso fotográfico.